El viernes en la mañana decidí que era momento de realmente limpiar lo que no estaba limpio. Pisos, alacenas y . . . . en especial un refrigerador que no había sido lavado en varios meses ocuparon mi tiempo hasta las 3:00. Pensé que todavía alcanzaría autobús pero no fue así. Compartí un taxi al centro de la ciudad con una chava que también se quedó sin transporte al centro de la ciudad. Descubrí un café-restaurante que se llama "Bolognese" y comí algo y me senté a hacer mi horario tentativo de clases. Después de una hora, el dueño me empezó a gritar que si me iba, que no era un lugar para hacer tareas, etc. y yo no pude no contenerme y le contesté, entre otras cosas y gritando como israelí, que no era forma de tratar a sus comensales. Acabó callándome de la manera más vil. Me fui inmediatamente a dar una vuelta porque había ya quedado con Claudio de verme. Tomamos un chocolate caliente en el famoso Aroma (antes apedreado por judíos religiosos por abrir en Shabat) y luego nos fuimos a casa de Tania Meyer en Ramat Sharet porque nos había invitado a cenar a su casa. Conocimos a Phillipe, su perro, y nos quedamos a dormir.
Al día siguiente tomamos un taxi y los tres visitamos el Museo de Arte Islámico que yo no conocía y de ahí me despedí de ellos y pasé la tarde en casa de Leo Cohen, quien me había invitado a comer. Ahí estaban Pascal, el camarógrafo de la película documental sobre la Shomer en México en los primeros años, y Abi, quien hizo la traducción de los subtítulos en inglés, además de Esti, la esposa de Leo y mi exmaestra de midrashim de hace diez años, y su hijo de año y medio. Después llegó Adi Levinson, originalmente de Monterrey, con sus dos gemelas de dos años. Fue una tarde muy agradable. Me regresé en el primer autobús a mi cuarto en el Kfar Hastudentim y por fin pude acabar de desempacar, listo para el primer día de clases . . . en domingo.