La ciudad vieja, Jerusalén

5 dic 2010

Entre pies rotos y gases lacrimógenos


Mi amigo Claudio se rompió un pie y el destino (y también la ambulancia) lo trajo al hospital Hadasa al lado de mi casa, en el noreste de la ciudad. De hecho, definir sus límites es un asunto político-cultural-social complejo.

Como buenos amigos lo hemos ido a visitar para ver que todo esté bien y que no haya problema alguno o que necesite algo.

Antier lo fuimos a visitar Arlyn, que estaba de visita en Jerusalén, y yo. Para llegar de los dormitorios donde yo vivo al hospital hay que pasar por el cementerio británico. Ahí empezamos a sentir un olor a quemado que pasó a ser una irritación en los ojos, en la garganta y en la nariz. No olía como nada que yo hubiera experimentado antes. Corrimos hacia el hospital (todo esto en 100 mts.) y en la entrada el encargado de seguridad de la puerta, con una máscara antigases, nos dice que es gas lacrimógeno pero que no nos preocupemos. Arlyn y yo estamos llorando hasta entrar al hospital. Ahí nos dijeron que no nos mojáramos la cara porque sería peor.

Se pasó el ardor y visitamos a Claudio. Luego nos dijeron que era el gas que usaba la policía para deshacer manifestaciones que suceden cada viernes en alguno de los barrios árabes de Jerusalén como Isawiya o Seik Jarrah.

Jerusalén en hebreo quier decir ciudad de paz (ir- ciudad. shalom - paz) y en árabe se llama Al-Quds (la sagrada - la tercer ciudad más sagrada para el Islam). Entre religiosos judíos de todas las tonalidades, laicos, árabes en sus múltiples versiones y todas las minorías, hacen de esta ciudad un lugar más que interesante en el que se respira un aire distinto y que en general es muy tranquila, pero que de vez en vez nos recuerda que el conflicto está ahí patente y que la paz tal vez no se da a priori en el nombre de la ciudad sino sólo como posibilidad y de la convivencia entre los que en ella habitan. Este año a mí me toca vivir como uno de ellos.